Un buen número de personas del colectivo mecepero madrileño acudimos el pasado martes 21 de febrero a ver esta obra de teatro con cierta incertidumbre sobre cómo se iba a tratar la figura de Antoni Benaiges y su tarea educativa. Y salimos sorprendidos por la delicadeza y el cuidado con la que se muestra lo esencial del trabajo que realizó en Bañuelos de Bureba (Burgos). Claro que la obra olvida algunas dimensiones interesantes del personaje, pero lo esencial está; sobre todo esa pasión y esa dedicación consciente por un proyecto en el que creía sin fisuras. Es la voz del otro personaje en escena la que introduce las dudas, el cuestionamiento del “para qué” si esto no va a cambiar el mundo.
El propio teatro, en su programa de mano, ya nos avisa de la naturaleza del proyecto teatral: la pieza propone un dispositivo en el que los objetos, el poema y el material documental conviven sin jerarquías. Cada objeto marca una dramaturgia en el espacio. Y realmente el juego dramatúrgico entre los objetos, las imágenes, el texto, la música, me ha parecido cautivador, embriagador. Todo ello acaba recreando la pasión creativa del maestro, su necesidad de transformar el mundo y hacerlo más digno y habitable y consigue poner sobre las tablas la capacidad e intención del docente que acaba contagiándose a todos los rincones del aula llegando a los invisibles pero presentes niños y niñas de la clase, que, aunque nieve, quieren ir a la escuela a soñar su futuro sin saberlo (otro de los textos maravillosos que se proyectan es el que se lee en el número 3 de “Recreo” de la conversación entre la madre y la hija que acaba yendo a la Escuela, aunque nieva y hace frío). Sigue leyendo