MCEP-Link a «LA REVOLUCIÓN EN LA ESCUELA» (eldiariodelaeducacion.com)

En lugar de ‘la república de los intelectuales’ hubiera sido más acertado apodar a la Segunda República como la de los maestros y las maestras, pues fueron estos los que vertebraron los grandes avances de la época

Por:  Mª del Carmen Agulló Díaz (Profesora de la Universitat de València)

En nuestro imaginario colectivo la figura de don Gerardo, el protagonista de ‘La lengua de las mariposas’ —impresionante Fernando Fernán Gómez—, permanece como el arquetipo del maestro republicano, sabio, escéptico, pero que no pierde la ilusión de cambiar la sociedad mediante una educación capaz de formar alumnos críticos.

Los maestros republicanos se convierten así en el símbolo de una república que, aunque se ha conocido como ‘la república de los intelectuales’ por el inicial apoyo que le proporcionó la élite de la intelectualidad, nos induce a pensar que sería más correcto calificarla como ‘la república de los maestros’, por la importancia que el régimen democrático otorgó a la educación, y, en particular, al Magisterio.

Es innegable que la educación es uno de los pilares del nuevo sistema. La necesidad de creación de un Estado docente, que garantice una escuela pública, basada en la independencia entre Iglesia y Estado, que facilite el acceso a la educación, en igualdad de condiciones a todos los sectores de la población, con el único criterio selectivo de las capacidades y aptitudes de cada persona, se revela como imprescindible para sostener al régimen democrático y avanzar en la construcción de la modernidad. Para configurarlo en la realidad, se redacta una Constitución que otorga una gran relevancia a la educación. En ella se establece la laicidad de la enseñanza, la obligatoriedad y gratuidad de la escuela básica, organizada según el principio de la escuela unificada; se introduce el trabajo como eje de su actividad, y se define como su ideal el de la solidaridad humana (artículo 48). Unos principios que responden tanto a las propuestas de la Institución Libre de Enseñanza, como a las del movimiento obrero, especialmente las de la escuela única/unificada de Luzuriaga y la de la tolerancia de Rodolfo Llopis, quien critica de la Rusia soviética el lema «hay que apoderarse del alma del niño» y propone su sustitución por «hay que respetar el alma del niño», directriz que implica que no exista ninguna imposición, ni política ni religiosa.

La escuela no es nada sin buenos maestros, son su alma: profesionales dignos y entusiastas   …

Artículo completo (25/12/2021) en: https://www.eldiario.es/sociedad/revolucion-escuela_130_8588147.html  (— Este reportaje pertenece a la revista ‘Las luces de la Segunda República’, de elDiario.es)

 

 

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