(*) En la historia de la educación española se adopta la nomenclatura de “Escuela Nueva” para referirse a “l’Education Nouvelle”, y es así como se recoge en este artículo.
En 2017 y con la referencia de la Escuela Nueva, aunó con epicentro en Francia a un grupo de movimientos de renovación pedagógica para hacer el intento de sumar esfuerzos, realizar propuestas, proponer campañas, etc, en torno a unos postulados comunes: la educación, la lucha por la paz, los derechos del hombre y en particular de la infancia, la emancipación y el desarrollo cultural de las personas y los pueblos.
Esta primera cita en Poitiers, Francia, fue el germen de las bienales internacionales de la Escuela Nueva que llevó en 2019 a la II Bienal en la misma ciudad y después de tener que ser postergada por la pandemia, a la III Bienal octubre-noviembre de 2022 en Bruselas, en la que participamos como MCEP y miembros de la FIMEM (Federación Internacional de Movimientos de Escuela Moderna).
En la actualidad diferentes federaciones y grupos de renovación pedagógica e investigación forman Convergence(s): la FIMEM (Federación Internacional de Movimientos de Escuela Moderna, de carácter Internacional), el CEMÉA (Grupo de formación relacionado con el Movimiento de la Escuela Nueva y otras asociaciones afines, Francia), Ficeméa (Federación Internacional de la CEMÉA), Cahiers Pedagogiques (Publicación francesa relevante en el mundo práctico y académico, relacionada y comprometida con la educación), ICEM (Instituto Cooperativo de la Escuela Modera, movimiento Freinet en Francia) GFEN (Grupo Francés de Educación Nueva), FESPI (Federación de Escuelas Públicas Innovadoras. Francia).
Converger
La situación política y social, el aumento de las desigualdades, las apisonadoras de derechos de las oligarquías, los avances del fascismo, la estandarización que comprende los mismos términos y métodos en las industrias que en los seres humanos, la guerra y la privatización de los sistemas educativos (…), son motivos más que suficientes para buscar la unidad en acciones de resistencia y denuncia que estructuren espacios de reflexión, de toma de conciencia y de nuevas propuestas y proyectos de cambio.
Creemos por tanto en la obligación de hacer un esfuerzo para esa confluencia de personas y movimientos, un esfuerzo que partiendo del diálogo y planteamientos de máximos llevaría a acciones conjuntas y coordinadas que dieran visibilidad a la escuela democrática, participativa, transformadora y de la comunidad.
Aún comprendiendo la necesidad y la urgencia de tender alianzas, también sabemos de la dificultad de “converger”, si a converger nos referimos a “Coincidir en la misma posición ante algo controvertido”, como apunta la RAE, porque a la hora de matizar las estrategias para el cambio, o el enfrentamiento a las instituciones y poderes educativos, encontraremos que algunos de los grupos que forman y sustentan esta plataforma reciben sus ingresos de organismos que elaboran y defienden políticas contrarias a las que se manifiestan, relación que existe por ejemplo entre los CEMEA y el Ministère de l’Éducation nationale et de la Jeunesse, equivalente a nuestro Ministerio de Educación y que sin duda les originará contradicciones en pensamientos, obras u omisiones. No debe ser fácil morderle la mano a los que te dan el pan. (para que no los muerdas).
Por otra parte somos conscientes -ya desde la crítica histórica del mismo Freinet- que nuestras divergencias no son una interpretación sobre metodologías didácticas, sino sobre todo político-ideológicas. Podemos creer en la benevolencia de los principios que fundan la Escuela Nueva, podemos dar asenso a sus propuestas paidocentristas, muy similares en su forma a las de la Escuela Moderna, podemos reputar la pedagogía activa y el activismo de Dewey, pero aún así, no concedemos al olvido algunas afirmaciones que desde un principio nos rechinaron:
“Todo maestro debería comprender la dignidad de su profesión; la de ser un servidor social destinado a mantener el verdadero orden social y a asegurar el desarrollo social acertado.
De esta suerte, el maestro es siempre el profeta del Dios verdadero y el introductor en el verdadero reino de Dios.” Mi Credo Pedagógico. John Dewey.
Y éste es mucho del sustrato que se nutren (sí, aún), muchos de los brahmanes de la nouvel education. Primero abrazaron la idea del bucólico internado en el campo para después encementarlo y ya hoy renaturalizarlo.
Pero es debajo de “ sus montes de cemento donde laten los corazones de los animalitos que se olvidan y donde caeremos todos en la última fiesta de los taladros.” Que diría Lorca.
Con la innovación a cuestas
Otra de las materias que ocupó la Bienale, fue la innovación, y es que nadie duda que todo lo que hoy se llama innovación no son más que réplicas de metodologías y técnicas de los movimientos paidocéntricos que acarician el siglo XX, réplicas en la mayoría de los casos malas o muy malas, por cierto. Vaciadas de principios transformadores, sumisas, incapaces de reflexividad, sin el cable a tierra del para qué (hacemos, actuamos), incompetentes para concatenar relatos divergentes. Son innovaciones que el mejor de sus positivismos es perseguir un ser humano que se salve a sí mismo, carente de conciencia de lo común, de entregarse al otro, incapaces de comprender que el sufrimiento de los que sufren es sufrimiento común.
Dentro de las corrientes actuales de innovación, en las que se incluyen los centros de formación del profesorado, se adiestra en técnicas (freinetianas y afines), que deberían tener una esencia polémica que cuestionara la institución escolar misma, esos aprendizajes deberían estallar en las manos del mismo estamento que las propone, pero ¿por qué no lo hace? Ya el mismo Freinet advertía sobre el peligro de la técnica sin ideología.
¿Es la falta de ética?, ¿la falta de intencionalidad? ¿Es un interés pragmático llevado por la percepción de que hay estrategias, técnicas y metodologías didácticas que entretienen (léase “someten”) al alumnado y lo hacen menos disruptivo? ¿No será que están sirviendo al fin contrario de su propósito primigenio?
Es desde una escuela que se sabe fracasada en la estabulación de los individuos, pero que quiere persistir en su esencia de sometimiento, desde donde se pretende precisamente una innovación que siga perpetuando la fábrica de cuerpos dóciles y productivos, siervos del (amo) capitalismo. Y es aquí como recurriendo a la manipulación, al estupro, a la perversión de las técnicas originarias, desde donde se consuma la asimilación adaptativa.
Guías de acción como la cooperación, que es el germen del desarrollo humano y se expresa en instancia política y fundamento ético, pasan pervertidos a ser una “metodología de aprendizaje competencial”, una chanza, una pose deleznable.
Y es aquí donde adquiere otra dimensión el nudo
Pero ¿por qué las pedagogías transformadoras son tan fácilmente utilizables para perpetuar lo contrario a sus propósitos? ¿Qué tendríamos que cambiar? ¿Deberíamos cuestionar nuestro ideario pedagógico conociendo fehacientemente que es tan fácil la apropiación de unas producciones (las nuestras) que se presumían indomesticables? ¿Cómo desenmascarar los engaños? ¿Qué deberíamos decir y hacer que no decimos o hacemos? ¿Dónde está la esencia transformadora e irreductible de esas técnicas, métodos y propósitos que los hacía inabarcables, indomesticables?
Pero si afirmamos que nosotros somos también la Escuela Moderna ¿es nuestro papel el de albaceas de su patrimonio/pensamiento? y de serlo ¿estamos abonando, experimentando con nuevos cultivos sostenibles? ¿Hay relevo o es acaso momento de barbecho? ¿Es esta tierra la prometida?
Y por último